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Antes que las redes sociales existió el código Morse, todo un precursor


A finales de Marzo de 2006, Jack Dorsey, un estudiante universitario, terminó de diseñar un sitio web en Internet para postear mensajes que tuvieran un máximo 140 caracteres. Se llamaba twttr.


Dorsey y sus cofundadores añadieron vocales a este nuevo servicio, creando Twitter, una marca que cobraba todo el sentido.


«La definición consistía en crear frases con información intranscendente, como si fueran pequeños chirridos de pájaros. Y eso es lo que resultó el producto final», explica Dorsey.

Los archivos históricos de Internet hacen hincapié en que la publicación del primer tuit marcó un antes y un después en la era de las redes sociales, pero están muy equivocados. La historia de las redes sociales comenzó hace casi dos siglos, el 24 de mayo de 1844, cuando Samuel F. B. Morse, un pintor convertido en inventor, fue capaz de enviar un mensaje desde Washington hasta Baltimore.

Así es como hubiese quedado el mensaje si se hubiera mandado hoy a través de la de Twitter:

Pero volviendo al pasado, Morse no escribía con los pulgares sino que pulsaba puntos y rayas en una máquina formada de ruedas dentadas y con cables enrollados. Mientras que el telégrafo había sido un método bastante rudimentario, Morse ideó una manera de utilizar la electricidad para enviar palabras codificadas con las letras del alfabeto.

Gracias a eso, el país empezó a acortar distancias y a ese sonido cada vez resultaba más familiar.

«Los operadores del telégrafo podían hablar entre ellos apretando unas teclas«, explica el periodista británico Tom Standage en su libro Writing on the Wall: Social Media – The First 2,000 years. «Los operadores podían escuchar todo lo que se transmitía e incluso se podían llegar a burlar de lo que se decía en esa única sala de chat compartida».

Antes de que se pusiera de moda el OMG («Oh my god», ¡Oh, Dios mío!») existieron otras formas: «G M» significaba «good morning» (Buenos días), «S F D» quería decir «stop for diner» (parar para cenar). Standage relata que los telegrafistas jugaban entre ellos al ajedrez utilizando código Morse e, incluso, solían consolidarse amistades sin haberse visto nunca. «Los romances entre operadores que se habían conocido en línea no era algo raro. Tal era el sentido de la amistad que algunos operadores preferían hablar con sus amigos virtuales que con la gente local«, comenta el periodista.

El trabajo de Morse hacía presagiar la renovación de la tecnología a nivel mundial. Él fue uno de los inventores más singulares de la historia.
Aunque estudió ciencias en la Universidad de Yale (Connecticut), Morse no se veía en un laboratorio. Él quería pintar. «Ahora que ya terminé la universidad, me voy a poner a pintar. Aún creo que nací para pintar«, escribió Morse en 1810 en una nota dirigida a sus padres.

Retrato de Samuel F. B. Morse, inventor del código Morse
Retrato de Samuel F. B. Morse, inventor del código Morse

Los retratos eran su especialidad. «Vendo estos dibujos por un dólar, y todo el mundo está dispuesto a contratarme por este precio», dijo a sus progenitores. Realmente fue un pintor con mucho talento que dibujó retratos para los presidentes John Adams y James Monroe, para el inventor Eli Whitney e, incluso, para el ícono de la Guerra de la Independencia, Marquis de Lafayette.

Era invierno de 1835 y Morse se encontraba en Washington. Allí recibió una carta de su padre, enviada a través de un servicio de mensajería a caballo, diciendo que su amada esposa estaba enferma. La pareja tenía tres niños. «La quería con toda mi alma, ella era toda la felicidad que esperaba en la Tierra«, escribió.

Un día después, su padre le escribió otra vez.

«Misterios son los caminos de la Providencia. Mi corazón está lleno de dolor y profundamente triste, al tiempo que le anuncio la repentina e inesperada muerte de su querida y amada esposa. Su deceso se debió a un problema en el corazón… Ella estaba despierta entorno a las cinco de la tarde, hizo la cama, como era habitual. Estaba alegre y hablaba de las ganas que tenía de estar con su querido esposo en Nueva York. Se metió en la cama y volvió a recaer. Intentó hacer todo lo posible. Sus ojos se quedaron fijos, la palidez de la muerte se extendió por todo su rostro y cinco minutos más tarde no había ni un ápice de movimiento. Su vida había terminado».

Lucretia fue enterrada antes de que Morse pudiera llegar en un carro de caballos. «Si hubiera deseado algo diferente de mi querida L. hubiese querido que fuera menos encantadora«, escribió a un amigo. «Siento un vacío, me siento desolado, en soledad y con el corazón destrozado», añadió en la misma misiva.

Con el corazón roto, Morse siguió con su carrera de pintor, y se lamentaba por no saber más sobre la enfermedad cardíaca que padecía Lucretia.

A través de una máquina de estas características se podían enviar mensajes en código Morse a través de Estados Unidos y Europa
A través de una máquina de estas características se podían enviar mensajes en código Morse a través de Estados Unidos y Europa

En 1832, después de un viaje de trabajo por Europa, Morse regresó a casa en barco. Allí mantuvo una conversación con unos pasajeros sobre el descubrimiento de la inducción electromagnética. Si había alguna materia en la que estuviera interesado durante su paso por Yale, esa era las matemáticas. «Cuando Morse entendió cómo funcionaba la inducción electromagnética, empezó a especular sobre la posibilidad de enviar un mensaje en código a través del cable«, según cuenta la historia de la Librería del Congreso en Estados Unidos.

En ese momento, Morse empezó a experimentar con baterías y cables, pero rápidamente se dio cuenta de que su pasión por la pintura no lo había preparado para entender la electricidad.

Él buscó ayuda en Leonard D. Gale, un profesor de química de la Universidad de Nueva York. Les tomaría cerca de una década lograr una tecnología perfecta, capaz de cruzar el país y llegar hasta Europa, e ideal para utilizar en las guerras, en los negocios, en las redacciones de diarios.

Era la tecnología que después fue reemplazada por los teléfonos, los faxes, las computadoras, el Myspace, el Facebook, el Friendster, Twitter, Instagram, Snapchat y… bueno, mejor pregunta a cualquier adolescente cómo continua la lista



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Mario

Amante de la radio.

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